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Del Evangelio de Juan 10, 31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron de nuevo piedras para apedrear a Jesús. Jesús les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino porque siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: « Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos.

Señor, en el evangelio de hoy te ves acorralado por los judíos que quieren apedrearte de nuevo. 

Tu reacción me vuelve a sorprender porque, con paciencia, les vuelves a explicar las obras buenas que has hecho en nombre de Dios. Y aun así ellos no ceden, y te vuelven a criticar sin fijarse en las maravillas que has puesto ante sus ojos. 

Señor, cuántas veces solo soy capaz de ver el lado negativo de las cosas. Me resulta sencillo quejarme y echar balones fuera, sin hacerme responsable de mi vida. 

En este tiempo de Cuaresma, me llamas a la acción: a poder ver el bien en todo lo que tengo a mi alrededor, a ser capaz de agradecer, de no conformarme, de ver siempre más allá. 

Y soy consciente de que no es fácil, porque me resulta más sencillo pensar que todo lo malo que me pasa es culpa de mis padres, mis hermanos, mis amigos, mis profesores…e incluso de ti, Señor. Es culpa de todos, menos mía.

Hoy quiero dar ese paso, ir más allá. Poder ver todas y cada una de las maravillas que me regalas a diario. Quiero darte las gracias por todo siempre, por cada obra buena que haces en mí y en mi vida, porque me llevas siempre de la mano. 

Amén.

Fíjate en los pequeños detalles de la vida y descubre la cantidad de regalos que Dios te hace.