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Del Evangelio de Juan 5, 17-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Llega la hora en la que los que hayan hecho el bien tendrán vida eterna y los que hayan hecho el mal serán juzgados.

Yo no puedo hacer nada por mí mismo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Señor, a veces no entiendo tu actitud. ¿Por qué tus preferidos son los pobres, los que no cuentan y los marginados? ¿Por qué siempre eliges lo pequeño y lo escondido?

Señor, cuando dices que “no busco mi voluntad” caigo en la cuenta de que todo tiene un porqué, que no improvisas, que no te mueves por interés propio o por afán de protagonismo, sino que sólo te mueve hacer la voluntad del Padre. Y entonces descubro que tus preferencias son las preferencias del Padre, que tu modo de actuar es el modo de actuar de Dios y que todo lo que hablas, es palabra de Dios.

Señor, esto que me pides no es nada fácil, porque me gusta hacer solo lo que me apetece en cada momento. Pero yo, Señor, no quiero seguir así. Quiero cambiar lo que no hago bien y empezar a pensar en lo que Dios quiere. Como Tú, quiero vivir según la voluntad del Padre, porque sé que hacer lo que Dios quiere me hará profundamente feliz. Por eso, hoy te quiero pedir que me ayudes a que se haga la voluntad del Padre y no la mía.

Amén.

Dedica un rato de tu oración personal a pedirle a Dios que te descubra su voluntad.