Skip to main content

Del Evangelio de Juan 11, 45-57

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Jesús hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no destruya la nación entera». Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró al desierto y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Señor Jesús, a estas alturas de la cuaresma, también a mí podrían decirme que no entiendo ni palabra. Mi vida no ha cambiado mucho desde el miércoles de ceniza y a veces me cuesta vivir lo que tu Evangelio me dice cada día. Necesito más fe, necesito más tu presencia y que abras mi oído y mi entendimiento para cumplir tu Palabra.

Señor Jesús, igual que tú decidiste retirarte al desierto y pasar allí tiempo con tus discípulos, también yo necesito ese tiempo importante contigo. Llévame al “desierto” y háblame al corazón. Hazme entender con humildad que en unos días vamos a hacer memoria del final de tu vida pública, de nuestras cegueras y de nuestra incapacidad para quererte como el Señor de nuestra vida. Necesito más fe para saber que estás a mi lado. Y eso es lo que te pido de todo corazón: hazme entenderte y acompañarte a Jerusalén. Así te lo pido. Así sea.

Acércate a una Iglesia, pasa un rato con Jesús y pídele que te ayude a comprender su Evangelio.