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Del Evangelio de Marcos 1,12-15

Después de ser bautizado Jesús, el Espíritu lo llevó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por el diablo; vivía con las fieras y los ángeles lo servían. Después de que Juan fue hecho prisionero, Jesús se marchó a Galilea a anunciar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».

Hola Jesús. En este primer domingo de cuaresma me presentas un pasaje del Evangelio que es muy importante, pues me habla de las tentaciones. ¿Y qué son las tentaciones? El papa Francisco nos dice que es todo lo que nos lleva a hacer el mal. 

Y si pienso un poco, me doy cuenta de que todos tenemos tentaciones. De hecho, si tú mismo las tuviste en el desierto, ¿cómo no voy a tenerlas yo en mi día a día?

Pero claro, una cosa es ser tentado y otra cosa muy distinta es caer en la tentación. Tú mismo en el Padrenuestro nos enseñas que lo importante no es no tener tentaciones, sino no caer en ellas; nos enseñaste a decir “no nos dejes caer en la tentación”. Y para eso tenemos la Palabra de Dios.

Jesús, te pido que durante esta Cuaresma aprenda a poner tu Evangelio en el centro mi vida para que así, cuando me lleguen las tentaciones, tenga un soporte firme al que agarrarme para no caer en ellas.

Amén.

Aprende de memoria un versículo de la Palabra de Dios que responda a un vicio que tengas, para que cuando llegue la tentación, puedas recitarlo.