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Del Evangelio de Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Sed misericordiosos…no juzguéis…perdonad… ¡Casi nada, Señor!

Pero lo precioso y bonito de esta Palabra que hoy me regalas es ir descubriendo, poco a poco, que no es sólo cuestión de mi esfuerzo, ni sólo de mi voluntad ni sólo de mi querer. Se trata de fijarme en Ti, de llenarme de tu misericordia para después repartirla a los demás, a manos llenas.

Señor, mi vida será auténtica si con mis palabras y mis gestos trasmito tu misericordia, tu perdón, tu acogida… eso significará que mi corazón late con el tuyo.

Que, en esta cuaresma, Señor, te sienta cerca, que mi corazón lata a tu ritmo, al ritmo de la acogida, del perdón, de la comprensión, del respeto…

Ayúdame a vivir desde lo más profundo de mi corazón. Que mis gestos y mis palabras sean nutrientes y sanadoras para los demás. Señor, enséñame a vivir desde el cariño, la ternura y la bondad que me hacen más generoso y misericordioso. Ayúdame a vivir con gran humildad y repartir tu misericordia a manos llenas.

Amén.

Piensa en una persona a quien necesites pedirle perdón y pide al Señor la gracia para acercarte a él.