Asombro, admiración, gratitud, perplejidad, desconcierto, preguntas… son algunas de las palabras que provoca la experiencia mística del Hijo de Bernardone, en el Monte Penna, rodeado de bosques de hayas y abetos finalizando el verano, en los Apeninos toscanos, provincia de Arezzo. Es necesario interpretar el signo y su mensaje simbólico ocho siglos después. En sus Escritos no hace referencia alguna a esta fuerte vivencia espiritual, llama la atención este hecho, ya que él mismo en varias oportunidades expresa «El Señor me dio, me condujo, me reveló». Con relación a los estigmas lo que sabemos lo hemos recibido por las biografías y documentos de la época. Santa Clara no hace mención de ese hecho en sus Escritos. Es de subrayar que toda experiencia mística es íntima, compleja, profunda, intensa. Para aproximarse a ese misterio es necesario utilizar un lenguaje metafórico, comparativo, alegórico. Con el transcurso del tiempo va adquiriendo diversas interpretaciones, acentos, matices, de acuerdo al contexto, lo situacional, lo ideológico, a quienes va dirigido, etc. Es profundamente personal y trascendente, a menudo se describe como inefable. La naturaleza de lo inexpresable radica en la conexión directa con lo divino, lo espiritual o lo trascendental que va más allá de la comprensión racional, mucho más cuando son terceros los que relatan. El impacto en la vida de quien lo experimenta puede ser transformador y significativo, llevando a una mayor comprensión de uno mismo, del universo y de lo divino. Los estigmas suceden cronológicamente después del viaje a Tierra Santa (1219), de la redacción de las Reglas de vida (1221- 1223) y de la navidad en Greccio (1223).
Quizás es el resultado de un largo e intenso proceso espiritual en el que lleva el evangelio vivo en su cuerpo y Cristo está crucificado nuevamente a él. La estigmatización confirma el camino de identificación kenótica con Cristo pobre y crucificado. ¿Qué habrá sucedido en este hombre de la ciudad de Asís llamado Francisco esos días previos al otoño del 1224? ¿Qué pasó, cómo fue? ¿Qué será lo que intentan transmitir los biógrafos?… preguntas que interpelan cómo interpretar esta experiencia.
Se puede contemplar como algo extraordinario, venido de afuera, quedarnos simplemente en lo sobrenatural, de este modo puede producir admiración sin lograr gran interpelación. Situarnos en esta óptica puede llevar a justificar prácticas espirituales, quizás hasta exageradas. Generalmente es el modo literal en que se lo considera. Por otro lado, existe el riesgo de licuar y vaciar de contenido, reducir a simples experiencias psicológicas vinculadas a la salud mental que impactan en la psique humana y se somatizan. Este extremo puede ser devastador en muchas personas. Ambos extremos tienen sus retos, peligros, riesgos, por un lado, en quedarnos en lo físico, en sí mismas, como desconectadas de su vida; o por otro, negar la existencia de dichos signos.
En realidad, nunca podremos resolver este misterio, queda acercarnos, descubrir y encontrar su valor simbólico que continúa siendo actual. Otras interpretaciones son posibles, quizás más ordinarias, simples, sencillas, lógicas, de sentido común. Nuestro santo frecuentaba a la gente de los lugares marginales, no escatimaba el trabajo, tenía con-tacto con el sufrimiento, el dolor, la enfermedad. Cuantas personas por amor a Cristo son capaces de enfermarse, contagiarse… hasta entregar totalmente la vida. Tenemos la certeza del encuentro con el leproso, la experiencia de la conversión «de lo amargo en dulzura» hasta llegar a la estigmatización. Es un camino espiritual que conduce al culmen del proceso.
¿Qué pasó en esta humilde persona? ¿El amor en su vida entregada brotó, floreció, se exteriorizó en su cuerpo? Simbólicamente los estigmas hacen referencias a marcas, señales, lastimaduras, heridas, a las cuales se les otorgan una conexión especial con algo sagrado o divino. Pueden interpretarse como signos físicos que se asemejan a las heridas de Jesucristo en la cruz, como marcas en las manos, los pies, el costado, confiriendo múltiples y profundos significados. La comprensión generalmente no es dada por la persona afectada, es otorgada por quienes observan dicho fenómeno. En un contexto más amplio, los estigmas simbolizan la carga emocional, espiritual y social que algunas personas pueden llevar consigo. Representan el sufrimiento, la discriminación o exclusión que experimentan debido a sus creencias, acciones o identidad. Es una simbología poderosa que expresa conexiones espirituales, sufrimiento emocional y/o social, redención y temas existenciales más profundos. Su significado puede variar dependiendo del contexto y la interpretación que se dé.
Algunos especializados en el tema afirman que las llagas pudieron ser consecuencias de alguna enfermedad que contrajo en su viaje a oriente o provocadas por el contacto con quienes se vinculaba. Estas son cuestiones de difícil resolución. Fue algo sobrenaturalizado con la interpretación que se hizo del mismo con el transcurso de los años y del acento que le dieron diversos grupos dentro de la misma Orden. Ambas cosas son posibles. En los biógrafos se puede constatar cómo va evolucionando progresivamente la construcción del relato en el transcurso de un siglo acompañado de cierta apologética. Es necesario ampliar los horizontes de comprensión para ir más allá de las internas de los diversos relatos, como también de la Iglesia en su contexto. No dudamos que el Pobre de Asís se identifica en su propia carne con el seguimiento a Cristo y en Él con los crucificados de su tiempo. Lo conduce a dar la vida de manera ordinaria, con una afinidad especial para los marginados, cuyas opciones impactan sobre su persona. Asume la cercanía y el abrazo ante la fragilidad y la vulnerabilidad -propia y de los demás- ofreciendo la misericordia, el perdón y la paz. Han pasado tres años del regreso de Tierra Santa, experiencia que lo marca profundamente en «tener presente en su memoria la humildad de la encarnación y la caridad de la pasión, difícilmente quería pensar en otra cosa».
Esta vivencia de impotencia y desamparo se hace expresión en Greccio y en el Monte Alverna. Justamente es un periodo de nueve meses la gestación de este misterio. Es un punto de inflexión en su camino espiritual donde experimenta la unión más íntima con Cristo crucificado. En esta exposición hacemos brevemente referencia a los estigmas según nos relatan los biógrafos y documentos de la época: Vida primera y segunda de Celano, Leyenda Mayor de San Buenaventura, Leyenda de los Tres Compañeros, Tratado de los Milagros y las Consideraciones sobre las llagas. La estigmatización deja un mensaje interpelante: la invitación a vivir centrados en el misterio de Dios en la unión con Cristo y la Pasión, la compasión y el amor al prójimo y el espíritu de paz y reconciliación como fruto de la presencia en Dios. Finalizamos con algunas preguntas disparadoras para la reflexión personal y el diálogo.
Fr. José Adolfo Larregain ofm
Los estigmas en san Francisco de Asís: un mensaje que interpela