Del Evangelio de san Mateo 8, 5-11. Adaptación.
Hace mucho tiempo, Jesús fue a Cafarnaún y un soldado romano se le acercó y le dijo: «Jesús, un amigo que trabaja en mi casa está en cama, no puede moverse y tiene muchos dolores».
Jesús le contestó: «Voy a curarlo». Pero el soldado romano le dijo: «No merezco que vengas a mi casa, mi corazón no está limpio. Si dices una sola palabra, mi amigo se curará».
Al oírlo, Jesús se sorprendió porque aquel hombre tenía mucha fe, tanta, que Jesús no había encontrado nunca a nadie como él.
Jesús, hoy veo que tú quieres que todos seamos amigos, aunque seamos diferentes. El soldado del Evangelio confiaba mucho en ti, y tú le escuchaste con cariño.
Ayúdame a querer a todos, como tú quieres: a los que conozco y a los que no, a los que son como yo y a los que son distintos. Haz que mi corazón sea grande, como una familia donde caben todos. ¿Y sabéis quién quería esto? Pues ese señor de la foto, es el papa Francisco.
Jesús, quiero ser amigo de todos, porque tú nos amas a todos, todos, todos.
Amén.
Hoy voy a compartir con alguien algo que sea importante para mí: un juego, un turno en la fila o jugar juntos en el patio. Quiero que los demás sientan que cuento con ellos y que somos verdaderos amigos, buenos y respetuosos.







