Del Evangelio de san Mateo 15, 29-37. Adaptación.
Hace mucho tiempo, fue Jesús al mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Se acercó a él mucha gente: ciegos que no podían ver, sordomudos que no podían escuchar ni hablar, personas heridas. Los ponían a sus pies y Jesús les curaba. La gente que veía lo que hacía estaba sorprendida.
Jesús sintió compasión de ellos y llamó a sus amigos, los discípulos, pues no querían que se fueran sin comer nada. Pero claro, sus amigos le dijeron que no tenían nada para dar a tanta gente, tan solo siete panes y algunos peces.
Jesús pidió a la gente que allí estaba que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dio gracias a Dios y los partió y los dio a sus amigos para que los repartieran. Comieron todos hasta saciarse y aún les sobraron siete canastas llenas.
Jesús, a veces creo que tengo muy poquito para darte, pero tú me enseñas que lo pequeño también vale.
En la imagen veo una masa llena de harina, y me recuerda que tú puedes hacer crecer todo lo que te damos, igual que crece el pan.
Hoy te entrego mis pequeñas cosas: mi alegría, mis abrazos y mis ganas de ayudar. Haz que se conviertan en algo bonito para los demás.
Amén.
A lo largo del día de hoy voy a mirar a mis compañeros como regalos que Jesús pone en mi camino, igual que el pan crece cuando lo amasamos con cariño. Intentaré tratarles con ternura: darles alegría, palabras bonitas y ayuda sincera, para que Jesús haga crecer todo lo bueno que compartimos.







