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Del Evangelio de san Lucas 10, 21-24. Adaptación.

En aquella hora Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien»

Señor, en este evangelio, tu hijo te da las gracias por haberte revelado a los “pequeños” de corazón sincero y humilde.

Admito que a veces me gusta estar entre los “sabios y entendidos”. Esto me hace replantearme por qué a veces mi corazón no es humilde.

Ahora, me doy cuenta de que esta “sabiduría humana” no es suficiente, no me permite conocerte, acercarme a Ti. La sabiduría que Tú nos entregas no es de este mundo, sólo podemos llegar a ella buscándola y deseándola con sencillez, dejándonos hacer por Ti.

Padre, ayúdame a vencer mi orgullo y mi autosuficiencia para poder reconocer tu verdad, ayúdame a ser sabio ante tus ojos y no ante los ojos del mundo. 

Amén.

Hoy voy a intentar ser “pequeño de corazón”: aceptaré con sencillez cuando no sepa algo y pediré ayuda sin vergüenza, recordando que la verdadera sabiduría nace de la humildad.

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