Del Evangelio de san Mateo 1, 1-17. Adaptación.
Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá, Judá engendró a Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David…. Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Si lees el evangelio de hoy, verás una lista larga de nombres. Al principio se lee normal, pero luego uno tiende a ir más rápido. Y eso tiene sentido: el texto quiere mostrarnos cómo, a lo largo de la historia, muchas personas —reyes, pastores, trabajadores— intentaron superar el mal y los errores, pero nunca lo lograron del todo. Esa larga lista parece decirnos que la humanidad seguía esperando algo… o, mejor dicho, a alguien: un Salvador.
De pronto, todo cambia. Aparece María, llena de gracia. Y de ella nace Jesús, que no es simplemente “uno más” en la lista, sino el que trae un aire nuevo para toda la humanidad. Con Él comienza algo distinto: una vida nueva para todos.
Por eso la Iglesia reza:
Niño Jesús, que vienes a unirnos como hermanos, te esperamos.
Tú, que traes vida nueva, ven pronto.
Rey humilde, que naciste en un pesebre, sálvanos.
Niño de Belén, te adoramos.
Amén.
Hoy voy a pensar en un error mío, algo que me cueste hacer: llegar pronto al cole, ponerme a hacer los deberes, ayudar en casa, sonreírle a los compañeros que no me caen tan bien… y voy a intentar hacerlo mejor con ayuda del señor, porque si yo solo no puedo, con ayuda de Jesús seguro que lo consigo.






