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Del Evangelio de san Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.

En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Comienza de nuevo el Adviento (Adventus). Una palabra del latín que significa “VENIDA”. Un tiempo para actualizar la espera del Mesías y para celebrar que él sigue en medio de nosotros. Hay que preparar nuestro corazón, ¡es urgente, muy urgente esperar y amar! ¡Es urgente no dejar pasar el tiempo sin más! ¡Es urgente dejar que tiemble nuestro corazón ¡Y ensanchar la sonrisa al infinito! Que brote la flor y la sonrisa. Que entre la brisa por las ventanas del alma. El Dios de la ternura pasa por tu puerta y trae vestidos perfumados para todos. Dejemos que la luz de Dios, hecho hombre, inunde todos los espacios de nuestra vida.

Escucha el evangelio de hoy con atención. Allí encontrarás la palabra clave: vigila, vive atento…no te duermas. ¡Venga! Espera, alégrate…Ten confianza. Y, por último, no te olvides, arriba y abajo encontrarás a Jesús en un doble movimiento: al elevar la mirada y al arrodillarte ante el pesebre. Sí, arriba y abajo está el Señor, búscalo. Sí, comienza el Adviento.

Señor, que a todos alumbre tu esperanza. Amén.

Al comienzo de este Adviento, me acercaré a una iglesia y encenderé una vela ante una imagen de Cristo, de la Virgen o de algún santo, pidiendo que yo también sea testigo de luz y de esperanza en mi entorno.

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