Del Evangelio de san Lucas 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Entonces, ¿qué debemos hacer?».
Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿Qué debemos hacer nosotros?».
Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?».
Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Señor Jesús, todos preguntan a Juan, tu mensajero, quien prepara el camino para tu venida, qué es lo que deben hacer. En el fondo, todos (la gente del pueblo, los publicanos, los soldados…) quieren saber cuál es el plan de Dios para ellos y por eso piden consejo a Juan.
San Francisco también se preguntaba delante del Cristo de san Damián cuál era el plan de Dios para él y cada uno de nosotros seguimos (o deberíamos seguir) haciéndonos esta misma pregunta: Señor, ¿qué debo hacer con mi vida?
La respuesta ante esta pregunta es única y distinta para cada uno de nosotros. La respuesta que recibió san Francisco fue: “Ve y repara mi Iglesia”. ¿Cuál será la respuesta que tienes guardada para mí?
Señor Jesús, hoy te pido dos cosas: que no me canse de preguntarte qué quieres de mí y que me des paciencia y que sea constante en la búsqueda de la respuesta. Para que llene mi vida de sentido.
Voy a empezar a buscar momentos de oración donde me pregunte qué quiere Dios de mí.