Skip to main content

Del Evangelio de san Juan 11, 45-57

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Señor Jesús, hay dos frases que me resuenan de este evangelio. La primera es “Muchos judíos (…) creyeron en él”, supongo que creían gracias a los milagros que presenciaban (como la resurrección de Lázaro) y esto me hace pensar que qué difícil es para nosotros creer sin ver. Parece que sólo tu palabra no basta y que, al igual que los judíos, necesitamos una prueba frente a nuestros ojos para no dudar de tu existencia. Por desgracia, vivimos en una sociedad que tiende al “si no lo veo no lo creo”.

Esto me lleva a la segunda frase que ha sonado fuerte en mí y que es dicha por Caifás: “Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera”, que no es sino una profecía de tu pasión y muerte.

Me niego a verte como un hacedor de milagros que cautiva a la gente, quiero verte como mi salvador, como aquel que ha dado su vida por mí. Como decía Santa Clara: “Quiero amar totalmente a quién totalmente se entregó por mi amor”. 

Amén.

Hoy voy a proponerme, sin ceder al cansancio ni a la pereza, estar atento en la oración y creerme todo lo que me tengas que decir en ella, durante este tiempo de cuaresma.