Del Evangelio de san Juan 5, 31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.»
“Es bonito tener ejemplos de vida que te recuerden que se puede alcanzar el máximo de la felicidad ya en esta tierra, con Dios como guía”. Son palabras de Chiara Corbella (joven madre italiana fallecida en 2012), de la carta que escribió a su tercer hijo, Francesco, al que no vería crecer a causa del cáncer que le diagnosticaron cuando estaba embarazada y cuyo tratamiento retrasó para dar a luz a su hijo. Sus otros dos bebés la precedieron en su peregrinación al cielo. Apenas estuvo unos minutos con ellos. Pero su marido y ella pudieron gozar esos instantes de toda su luz. La luz del Bautismo que pudieron darles. La luz del amor verdadero.
Al igual que Juan, ella era “lámpara que ardía y brillaba” y dio “testimonio en favor de la verdad”. Chiara y su marido pertenecían a la familia franciscana. A su hijo Francesco le diría: “Tú te llamas Francesco precisamente porque san Francisco nos ha cambiado la vida”.
Gracias, Señor, por estos testimonios. Pero, como dices, tu testimonio es aún mayor. Si un instante de luz de una persona puede cambiar nuestra vida, ¿qué será un instante a la luz de tu mirada? ¿Qué será gozar de ella siempre?
María, Madre de Dios, Señora de la Luz, ayúdame a ser testigo de Jesús cada instante de mi vida para que así pueda iluminar yo también a todos los que me rodean.
Amén.
Hoy voy a dejarme mirar por Jesús y pediré a la Virgen que me ayude a ser luz para todos los que están a mi lado.
