Del Evangelio de Lucas (Lc 5,17-26)
Un día, cuando Jesús estaba enseñando, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas».
Señor Jesús, si mis pecados están perdonados, ¿a qué tengo miedo?
¿Por qué no amo sin medida, no perdono sin condiciones
y no olvido a quien me hizo daño alguna vez?
Enséñame tú cómo se perdona, a tu estilo.
Señor Jesús, si mis pecados están perdonados,
dame la fe necesaria para creer en Ti sin peros,
la fuerza necesaria para convertir de verdad mi corazón a Ti,
y la misericordia necesaria para vivir en el amor y desde la compasión.
Enséñame a vivir reconciliado.
Señor Jesús, si mis pecados están perdonados,
hoy sólo me queda agradecerte nuevamente este regalo,
comprometerme para perdonar también a los demás
sus faltas y errores, sus olvidos y sus inercias,
vivir renovado y renovar todo cuanto pase por mis manos en este día.
Señor Jesús, si mis pecados están perdonados
no es por lo que yo soy sino por lo que Tú eres,
no es por lo que yo creo sino por lo que Tú crees en mí,
no es porque yo lo merezca sino porque Tú te regalas a mí cada día.
Enséñame a buscar siempre la respuesta a quién soy yo y quién eres Tú.
Señor Jesús, que viva este día desde tu misericordia, compasivamente, en amor.
Que la paz sea una prioridad en mi pensamiento y en mi oración.
Que te vea, te mire y te escuche en los otros. Así te lo pido. Así sea.
Hoy me comprometo a tener un espacio personal de revisión de vida. Un tiempo para confrontar mi camino ante Dios, para coger mi corazón entre las manos y presentarlo tal y como está.