Del Evangelio de san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente rodeaba a Jesús, y él les dijo: «Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Dios para esta generación”
Jesús, si vinieras hoy a esta generación, tu discurso sería el mismo que entonces. Siempre estamos buscando pruebas tangibles que nos confirmen todo, y a pesar de que sean contundentes, aun así siempre nos quedan algunas sospechas. Contigo es igual: ¡cuántas veces pedimos que confirmes tu presencia con obras, pues necesitamos saber que nos escuchas!, y si no sucede… ¡en cuántas ocasiones nos enfadamos o desanimamos!
La sabiduría para un cristiano no está en la búsqueda constante de confirmaciones, sino como le dice San Francisco a un hermano en Sabiduría de un pobre (É. Leclerc, capítulo 4): “En la hora de la prueba, en la tentación o en la tristeza, no son los libros los que pueden venir a ayudarnos, sino simplemente la Pasión del Señor Jesucristo.”
Tu sabiduría, Jesús, es la del amor, la de la fidelidad, la de la salvación. ¿Estoy dispuesto a convertir mi corazón, a fiarme de tu sabiduría y sentirme salvado por ti?
Jesús, ayúdame a confiar, a darte sin reservas mi corazón para que lo conviertas, se fíe y se deje amar por ti. Con San Francisco, te pido Jesús: “¡Salve, reina sabiduría! Que Dios te salve con tu hermana la santa pura sencillez.”
Amén.
Hoy encontraré un rato para hablar contigo Jesús. Y desde la sencillez, te pediré sabiduría, para que conviertas mi corazón día a día.
