El tiempo de noviciado concluye con la profesión temporal. El período de votos temporales (pobreza, castidad y obediencia) promueve la maduración del hermano en vista de un sí más consciente, más libre, más maduro y gozoso: ¡Un sí para siempre! Es el momento de la profesión perpetua o solemne. La definitiva donación al Señor en la fraternidad nos prepara para el ministerio que desarrollaremos en la Iglesia y en la Orden. Y esto también a través del sacerdocio para aquel hermano que, además, sea llamado a esta vocación.

Otros aspectos importantes de la formación de un franciscano son el estudio, el trabajo pastoral/apostólico y el servicio y la cercanía a personas que viven en situaciones de exclusión y pobreza. En este sentido, decía san Francisco: «Alegraos, hermanos, cuando conviváis con personas de baja condición y despreciadas, con pobres y débiles y enfermos y leprosos y los mendigos de los caminos».