Skip to main content

Otra vez, otro año, vuelves, querida Cuaresma, 

marcando el inicio de los 40 días que la Iglesia nos regala 

para que activemos nuestra conversión, 

para que espabilemos de nuestras modorras, 

para que desactivemos nuestras perezas y cansancios 

y vivamos intensamente el camino de la conversión 

para llegar a la Pascua renovados e iluminados.

 

Bendita Cuaresma que nos pones las “señales” 

para poder vivir más profundamente nuestra vida de fe: 

la LIMOSNA, el AYUNO y la ORACIÓN. 

 

Precioso tiempo de Cuaresma. 

Que pueda mirar de frente, cara a cara, sin miedos. 

Que ojalá sea valiente y me atreva a quitar los estorbos y las tontunas 

que acortan el horizonte de mi fe.

 

¡Qué maravilloso regalo que nos hace la Iglesia, nuestra madre, 

al comenzar la Cuaresma!

 

Señor Jesús, 

te necesito como nunca y más que nunca. 

Yo solo no puedo, de verdad:

Quiero rezar más… y me canso.

Quiero ser generoso… y me cierro.

Quiero ayunar, sobre todo de tantas distracciones… y caigo una y otra vez.

Abrázame, Señor, porque siento frío.

Mírame, Señor, porque en tu mirada encuentro el camino.

Háblame, Señor, porque me despistan tantos ruidos.

Con san Francisco te digo: “Ilumina las tinieblas de mi corazón”.

Quédate conmigo y estate a mi lado, Señor,

en este tiempo de Cuaresma y siempre. Amén.