Este paso puede llevarme a pedir la entrada en una fraternidad franciscana para seguir descubriendo la llamada de Dios. Esta primera etapa se llama postulantado, que significa, llamar a la puerta e iniciar el camino. Dura entre uno y dos años, y está marcado por el discernimiento vocacional, la convivencia fraterna y la oración junto con otros hermanos “más experimentados”, para poder verificar si el deseo que siento de entregar mi vida entera a Dios coincide con la vocación franciscana (o con otro tipo de vocación en la Iglesia). Es importante tener en cuenta que en nuestros días una opción para siempre y un compromiso sin condiciones suenan demasiado fuertes y, con frecuencia, asustan. De ahí que sólo poniendo toda nuestra vida en manos de Aquel que nos ama y nos da su fuerza es posible encontrar la alegría de darnos enteramente. ¡Feliz quien no se entrega al miedo, sino a la confianza!