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Simón era un agricultor que venía de trabajar en el campo y se encontró, sin quererlo, con aquella situación tan desagradable: un grupo de soldados romanos que conducían a tres hombres hasta el lugar donde iban a morir, fuera de la ciudad. Sin esperarlo, le obligaron a llevar la cruz de uno de ellos, la de Jesús, no por compasión, sino por temor a que se les muriese en el camino. Simón se resiste, pero tuvo que aceptar a la fuerza. Sin embargo, podemos imaginar cómo, al contacto con Jesús, va cambiando la actitud de su corazón y termina compartiendo la situación de aquel desconocido. 

También san Francisco vivió algo parecido ante el leproso. Cuando fue capaz de vencer la repugnancia y acercarse a él, para besarlo y hacerse su “cirineo”, algo empezó a cambiar en lo más profundo de su corazón y también en su mirada. Y ya nada fue igual para él…

Jesús, ¡qué importante es para nosotros descubrir lo que pasa a nuestro alrededor y fijarnos en aquellos que nos necesitan! Muy cerca de nosotros también hay personas a las que podemos ayudar. Aunque en un primer momento nos cueste, como al Cirineo, ayúdanos a vencer esa resistencia, porque en el rostro de esa persona triste, sola, rechazada… me estés esperando Tú. 

Amén.

Toma conciencia de aquellos que te necesitan y vence tu resistencia para ayudarlos. Comprométete especialmente con aquellos que son marginados y rechazados.