19/03/2023

Dame fe recta

19/03/2023

Dame fe recta

Escucha

Del Evangelio de Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

En aquel tiempo, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Entonces hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: « ¿No es ese el que se sentaba a pedir?».

El respondía: «Soy yo».

Llevaron ante los fariseos, los expertos en las cosas de Dios, al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había conseguido la vista.

Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».

Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no descansa el sábado».

Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».

Él contestó: «Que es un profeta».

Le replicaron: «Has nacido lleno de pecado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»

Y lo expulsaron.

Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: « ¿Crees tú en el Hijo de Dios?». Él contestó: « ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».

Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».

Él dijo: «Creo, Señor». Y se arrodilló ante él.

Reza

Jesús, hoy quieres curar mi ceguera también, como a aquel ciego de nacimiento.

Llegaste a él y, sin que te lo pidiera, ni te demostrara tener gran fe en ti, por pura misericordia, sanaste su vista. El que era ciego, ahora podía ver, gracias a que tú le abriste los ojos. Y, pese a no saber muy bien quién eras, en aquel hombre comenzó un cambio que le llevó de no saber nada de ti a creer profundamente en ti.

¡No solo no era ciego de vista, sino que curaste su ceguera en todas sus dimensiones!

Su actitud contrasta con la de los fariseos, pues ellos podían ver el mundo, y también eran expertos en religión, y, aun así, mostraron una actitud soberbia y cabezota, negándose a verte como el Salvador de este ciego, y de tantos otros, permaneciendo ciegos ante la Luz del mundo.

Con la Palabra de hoy me apuntas que quizás yo también soy ciego: puede que sea como los fariseos, que confíe demasiado en mí mismo, y sea demasiado orgulloso para reconocerte como la Luz de mi vida, impidiéndote que me vayas haciendo a tu gusto.

Por eso, Jesús, te pido fe, como la del ciego de nacimiento, para abrirme a la luz que quieres darme, para dejar de caminar en la oscuridad, para decir simplemente: “Creo, Señor”, y acoger la misericordia que quieres traer a mi vida. 

Amén.

Vive

Reconoce tu ceguera, tus limitaciones, que tú solo no puedes, que necesitas a los demás y, sobre todo,  que necesitas a Jesús como la luz de tu vida.

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