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Pax et Bonum · 30 noviembre, 2023

11/03/2023

Se le echó al cuello

11/03/2023

Se le echó al cuello

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Del Evangelio de Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.

El padre les repartió los bienes.

El hijo menor se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó a pasar necesidad. 

Entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se levantó y vino donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete.

Reza

Siempre que veo una película de san Francisco, me conmueve el episodio en el que su padre, encolerizado porque su hijo ha dado sus bienes a los pobres, le lleva a juicio para pedirle la restitución de lo robado. La escena es dramática por la ira del padre y por la dureza con la que trata a su hijo.  

Al escuchar el evangelio de hoy, me sorprende la reacción tan diferente del padre con el hijo que no solo no había dado el dinero a los pobres, sino que lo había malgastado viviendo perdidamente.

Señor, no lo entiendo. Lo razonable sería que, al verle llegar, el padre se le tirara a la yugular para pedirle cuentas. Sin embargo, se le echó al cuello y cubrió de besos a quien hacía poco había estado cubierto de vergüenza y suciedad.

No creo que el padre dijera que daba igual. No, no. El hijo había actuado fatal y en la reacción del padre no había premio al desprecio, ni disculpa, ni indiferencia. Al hijo le dolió el abrazo porque fue del todo inmerecido. Y aunque lloró de agradecimiento, el sentimiento de indignidad no desapareció. Eso sí, en aquel abrazo conoció de verdad quién era su padre y se alegró al intuir lo que iban a disfrutar juntos el resto de su vida.

Señor, también yo he vagado por países lejanos y he malgastado mi vida en cosas sin importancia. Concédeme el atrevimiento de volver a ti y hazme experimentar la alegría de sentirme amado sin merecerlo. Tú, lejos de humillarnos, nos llenas el corazón de agradecimiento y humildad. 

Amén.

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