Querido Jesús, ¡gracias por el evangelio de hoy! Si tuviera que resumirlo en una frase sería esta: trata a los demás como a ti te gustaría que te tratasen. De primeras, me parece que esto es de sentido común pero, como dice el refrán, «el sentido común es muchas veces el menos común de los sentidos», y es que ¡qué distinto sería el mundo si cada uno de nosotros aplicáramos lo que hoy nos dices!

Esto me interpela y me hace preguntarme: ¿trato a los demás como a mí me gustaría que me tratasen?, ¿soy de juicio fácil?, ¿perdono con facilidad y de forma sincera?

Señor Jesús, reconozco que soy débil y que a mí también me cuesta actuar así con quienes no me caen bien o me han hecho daño. Es más…, si te soy sincero, también te reconozco que a veces hasta me cuesta actuar así con mis seres queridos.

Y aunque sé que queda mucho camino por recorrer antes de poder llegar a «amar al prójimo como a mí mismo», Tú estás conmigo y tu vida entregada es el faro que alumbra el camino. Por eso, hoy te pido:

Señor Jesús, Tú, que nos mostraste la Misericordia de Dios en la parábola del buen samaritano, enséñame a ser misericordioso.

Señor Jesús, Tú, que en la cruz dijiste: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», enséñame a perdonar siempre.

Señor Jesús, juez justo y misericordioso, enséñame a no juzgar y mucho menos a condenar a los demás.

Señor Jesús, Tú, que nos amaste hasta el extremo, hasta entregar la propia vida, enséñame a poder darme cada día un poco más.

Amén.

Trata a los demás como a ti te gustaría ser tratado, practicando la misericordia, el perdón y evitando juzgarlos.