02/03/2023
Atrévete a rezar
02/03/2023
Atrévete a rezar
Del Evangelio de Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Señor, es la tercera vez en lo que llevamos de Cuaresma que me pides que rece, pero ¿para qué sirve rezar?
Sabes que lo he intentado, he puesto los medios, me he preparado, he pedido algo que deseaba, incluso he intentado elevar mi corazón hacia ti, y nada. Demasiadas veces experimento que rezar no sirve para nada, que no pasa nada, que no siento nada y que todo parece un monólogo absurdo. ¿Será que no existes? ¿Será que solo fue una ilusión de cuando era pequeño? ¿Será que estoy haciendo algo mal y por eso no me hablas? ¿Será que no sirvo para estas cosas? ¿Será que acaso disfrutas dejándome en visto?
Quizás sigo anclado en el pensamiento mágico de cuando era niño, apasionado por los héroes que transformaban la realidad a su antojo, y así, sin darme cuenta, pretendo que la oración sea eficaz y cumpla mis deseos.
Quizás confundo pedir con exigir olvidando que una cosa es expresar a Dios mi deseo y otra es exigirle que se pliegue a mi voluntad…
Hoy tu Palabra me invita de nuevo a pedir, buscar y llamar, pero solo me sale decirte: ¡Señor, no sé rezar! Señor, conoces bien mis dificultades para hablarte, pero sé que tú lo puedes todo. Por eso te grito: ¡Señor, enséñame a orar! Señor, aparta de mí el orgullo y la autosuficiencia que me impiden dirigirme a ti con sencillez. Señor, sana mis heridas. Señor, cura mi falta de fe. Señor, que me atreva a invocarte y levantar mis manos hacia ti para descubrirte como un Padre bueno que siempre da lo mejor a sus hijos.
Amén.
Sé humilde y reconoce que tú sólo no puedes, que necesitas a Dios en tu vida, que su voluntad es más sabia y amorosa que tus propios deseos y planes.