¿Cuáles son los pensamientos que más fácilmente nos abordan cuando pensamos en seguir a Jesús por encima de cualquier cosa, incluso de nosotros mismos?

“Es que yo quiero hacer…”. “Es que no es el momento…”. “Es que es demasiado…”.

Malala Yousafzai es una joven pakistaní que luchó por el derecho a la educación de las niñas y fue víctima de un atentado por parte de los talibanes. A pesar de esto, ella continuó luchando por su causa y hoy en día es una activista y defensora de los derechos humanos reconocida a nivel mundial.

Seguro que el sueño de Malala no era ser activista. Muy probablemente solo quería poder estudiar. Pero las circunstancias la hicieron abrazar una causa, cargar con su cruz por ella, no importaba cuáles fueran las consecuencias y los obstáculos. E ir hasta el final sin medias tintas.

En una sociedad egoísta y en una época en la que cada vez pesa más el “yo” y menos el “nosotros”, es cada vez menos probable que alguien sea capaz de negarse a sí mismo para seguir a Jesús y amar a los demás, para querer su bien y luchar por él.

Pero ¿te has planteado lo que obtienen las personas que lo hacen? A veces, es justo cuando apartamos nuestros sueños egoístas cuando encontramos lo que significa para nosotros la verdadera felicidad.

Malala no quería ser activista, pero ha cambiado el mundo para siempre al aceptar su cruz y estar dispuesta a cargar con ella. 

¿Te atreves tú a cargar con tu cruz y seguir a Jesús?

Pedir por las personas como Malala en nuestra oración, dar gracias por su ejemplo y rogar a Dios que nos dé la fuerza y la valentía que se requieren para cargar con nuestras cruces.