05/12/2022
Hablando de milagros…
05/12/2022
Hablando de milagros…
Del Evangelio de Lucas (5, 17-26):
Un día, estaba Jesús enseñando. En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”». Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas».
Querido Jesús, ¡qué pasaje tan bonito me regalas hoy! Hay tantas cosas en las que me podría fijar… Pero quizá una de todas destaca entre las demás: la curación del paralítico. Reconozco que el tema de los milagros me cuesta especialmente: ¿cómo puede ser que curaras a un paralítico? Y ya si me acuerdo de otros pasajes donde resucitas a muertos, ¡casi me parece ciencia ficción! Me empiezan a entrar dudas… Además, aun aceptando la espectacularidad de tus milagros, es como si fueran remedios temporales con fecha de caducidad: ¿cuántos quedan vivos de los que resucitaste? ¡Ninguno!
Esto me resulta un poco frustrante, pero sigo pensando y me doy cuenta de que quizá con los milagros me pasa como al fotógrafo de esta foto. Por estar fijándose en la belleza de una sencilla flor está perdiéndose la belleza aún mayor de todo el paisaje. Y es que la grandiosidad de tus milagros puede hacer que me quede en el signo sin ser capaz de dar el siguiente paso y mirar hacia dónde apuntan: a tu Salvación. Y es que tus milagros son, ante todo, signos de la Salvación que nos regalas. ¡Esto lo cambia todo! Está bien que haga «zoom» en el milagro, piense sobre él, me sorprenda, me cuestione…, pero esto no puede hacer que me olvide de que los milagros son signos claros de que has venido a este mundo a salvarnos, a todos y a cada uno de nosotros, también a mí.
Jesús, amigo y maestro, gracias porque tú eres mucho más que un curandero o un sanador de cuerpos. Gracias, sobre todo, porque tú eres mi Salvador. Amén.
Voy a ser consciente y a admirar el milagro de la creación, de todo lo que nos ha regalado Dios para que lo disfrutemos y lo cuidemos entre todos.