¡Qué importante es que el dolor de los otros no nos sea indiferente, sino que nos mueva, nos conmueva y nos emocione! Pero de poco sirve emocionarse, llorar…, si, pasados los minutos, las horas o los días, nuestra vida continúa como siempre. Si no damos un pequeño paso hacia adelante y nos atrevemos a cambiar, a decir que sí, a decir “cuenta conmigo”.

Señor, a las mujeres que lloraban por ti les hablaste de cambio, de no quedarse sólo en el momento, sino de ir más allá. Haz que caminemos junto a ti y nos atrevamos a ir más allá. Conviértenos y danos una vida nueva; que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que produzcamos buenos frutos, aquellos que san Francisco llamará “frutos de penitencia”: la misericordia, la bondad, la humildad, la caridad, la mansedumbre... 

Amén.

Toma en serio la experiencia de la Semana Santa. No te quedes solo en las emociones y los buenos propósitos y conviértete verdaderamente a través de pequeños pasos hacia adelante que cambien tu vida y te acerquen más a Dios y a los hermanos.