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Adaptación del Evangelio de Mateo (Mt. 9, 35 — 10, 1.5a.6-8)

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, procla­mando el evangelio y curando toda enfermedad. 

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban cansadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».

En el evangelio de hoy veo tu amor inagotable, Señor. Me recuerdas que no nos dejas solos y que curas cada herida abierta, mirando a través de ese amor.  Y es ese amor por nosotros el que busca anunciarnos la Buena Noticia de tu Reino.

Sin embargo, muchas veces llego a Ti, Señor, con dolor, falta de confianza y de fe. Y Tú, me miras con compasión y no me juzgas. Es ahí cuando tomo consciencia de que ese sentimiento de abandono y cansancio proviene de no dejarme guiar por Ti. 

Por eso, hoy me recuerdas que en el camino has puesto a muchísima gente que podrán ayudarme, cuidarme y que me acercarán hacia Ti cada día: sacerdotes, catequistas, amigos, compañeros, profesores… 

Hoy quiero también darte las gracias por cada uno. Permíteme ser a mí como uno de ellos, llevando tu Buena Noticia a cada rincón y confiando plenamente en Ti, pase lo que pase. 

Amén.

Hoy voy a pensar en una persona que me haya acercado a Dios y darle las gracias por ello en persona o con un mensaje.