Adaptación del Evangelio de Mateo (Mt.9, 27-31)
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros y cúranos».
Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron llenos de fe: «Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, se les abrieron y quedaron curados.
Jesús les dijo: «¡No se lo digáis a nadie!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.
¿Alguna vez has escuchado un grito de auxilio real? ¿Has vivido una situación en la que necesitabas gritar a pleno pulmón? ¿Serías capaz de callarte si necesitaras ayuda desesperadamente?
Jesús, ¡cuánto te agrada que tengamos fe en Ti! Hoy quieres enseñarnos las maravillas que eres capaz de hacer en nosotros si confiamos en Ti y te pedimos ayuda. Y aunque puede que a veces no escuchemos tu respuesta o no te sintamos, Tú siempre nos escuchas y nos acompañas.
Aquellos dos ciegos gritaron tu nombre, pidiéndote auxilio, reconociéndote como el único capaz de escucharlos y de sanarlos. Confiaron en Ti y fueron escuchados. Por su fe fueron salvados, les abriste sus ojos e iluminaste sus vidas.
Jesús, hoy quiero pedirte que, así como San Francisco perseveró en la fe en sus mayores momentos de oscuridad, y Tú acudiste en su rescate, me ayudes a no callarme y a pedirte auxilio. Ven siempre en mi ayuda, Señor.
Amén.
Hoy voy a pensar en qué necesito que Jesús me ayude y voy a gritarlo desde lo más profundo de mi corazón al orar con Él.