COSF

Número IX

OFMCONV España

Fr. Abel García-Cezón

Fr. Abel García-Cezón

Redacción web

En la primera vida de san Francisco, escrita por fray Tomás de Celano (80. 81), leemos que el Pobrecillo de Asís “no cesaba de glorificar, alabar y bendecir en todos los elementos y criaturas al Creador de todas las cosas. Las flores, los sembrados y las viñas, las piedras y las selvas, todo lo bello de los campos, las aguas de las fuentes, la frondosidad de los huertos, la tierra y el fuego, el aire y el viento: invitaba a todos con sencillez de corazón a amar a Dios y a servirlo con alegría”. Como muy bien dice el joven filósofo Gabriel Rodríguez Rey, “la mirada de san Francisco por lo creado era de un amor inmenso… Pero ¿cómo explicarlo?

Para él, amar la luna, por ejemplo, no era amar un satélite con ciertos accidentes, sino amar a “ese satélite” que Dios hizo y eligió para mí. El amor de san Francisco le llevaba a mirar las cosas como realidades particulares e insustituibles del amor de Dios. Y, también por eso, el Santo de Asís predicará el amor fraterno más allá de las características de cada hermano: amará cada cosa y cada hombre en su infinita singularidad”.

Con las mismas palabras del Santo agradezcamos a Dios el don de su creación y reconozcamos que tanta belleza y tanta bondad han sido hechas por nosotros y para nosotros: “Loado seas, mi Señor, por todas tus criaturas”. Si aprendiéramos a mirar como san Francisco…

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En la primera vida de san Francisco, escrita por fray Tomás de Celano (80. 81), leemos que el Pobrecillo de Asís “no cesaba de glorificar, alabar y bendecir en todos los elementos y criaturas al Creador de todas las cosas. Las flores, los sembrados y las viñas, las piedras y las selvas, todo lo bello de los campos, las aguas de las fuentes, la frondosidad de los huertos, la tierra y el fuego, el aire y el viento: invitaba a todos con sencillez de corazón a amar a Dios y a servirlo con alegría”. Como muy bien dice el joven filósofo Gabriel Rodríguez Rey, “la mirada de san Francisco por lo creado era de un amor inmenso… Pero ¿cómo explicarlo?

Para él, amar la luna, por ejemplo, no era amar un satélite con ciertos accidentes, sino amar a “ese satélite” que Dios hizo y eligió para mí. El amor de san Francisco le llevaba a mirar las cosas como realidades particulares e insustituibles del amor de Dios. Y, también por eso, el Santo de Asís predicará el amor fraterno más allá de las características de cada hermano: amará cada cosa y cada hombre en su infinita singularidad”.

Con las mismas palabras del Santo agradezcamos a Dios el don de su creación y reconozcamos que tanta belleza y tanta bondad han sido hechas por nosotros y para nosotros: “Loado seas, mi Señor, por todas tus criaturas”. Si aprendiéramos a mirar como san Francisco…