Adaptación del Evangelio de Lucas (Lc 1, 67-79)
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y dijo:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
El Evangelio de hoy nos presenta el canto que Zacarías entonó cuando vio nacer a su hijo Juan. Y al ver al niño no pudo sino bendecir a Dios, igual que lo hizo san Francisco en Greccio, al recordar la ternura del Niño de Belén.
Señor, vienes y nos visitas, pero la tuya es la historia de un viaje de ida y vuelta, para guiarnos hacia el destino que nos tienes preparado desde siempre: vivir en tu presencia todos nuestros días.
Tú mismo eres nuestro destino. Y la justicia y la luz y la paz son los signos que te preceden y la hoja de ruta para encontrarte, para llegar a ti.
Bendito seas, oh niño de Belén, que vienes a llevarnos de vuelta a casa.
Hoy, colocado junto al Belén, voy a decirle al niño Dios: «¡Ven, Señor Jesús!».