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Vivimos en un mundo de etiquetas. Nos damos cuenta si miramos las noticias, especialmente de política y otros temas polémicos que causan división de opiniones entre la sociedad. Lejos de resolver las diferencias entre unos y otros, de investigar con información fiable el origen del problema y elaborar una opinión argumentada, preferimos difamar y utilizar el lenguaje para excluir de la sociedad al que no piensa como nosotros. Parece que, por escuchar un tipo de música o por llevar algún tipo de bandera, ya estamos prejuzgados a ser y pensar de una determinada manera. Esto no es más que hacer realidad lo que nos dice el texto de hoy, estamos “maquinando planes” para debilitar al otro con el único objetivo de hacer prevalecer nuestra opinión, nuestra forma de entender y vivir la vida.

Además, las redes sociales empeoran esta situación permitiéndonos decir prácticamente lo que queramos, sin importar el daño que hagamos o la verdad de lo que contemos.

La respuesta debe ser la autenticidad. Solo las personas auténticas son capaces de reconocer sus errores, de abrirse a las opiniones del otro y de dialogar, con firmeza, sobre cualquier tema sin tapujos.

Jesús, en este día te pido que me enseñes tu modo valiente, honesto y amable de respetar y tratar a los demás. Ayúdame para que de mi boca solo salgan palabras de bendición, palabras que curen, palabras que acojan y comprendan a mis hermanos. 

Amén.