Del Evangelio de san Juan 5, 1-16. Adaptación.
Jesús subió un día a Jerusalén. Y se acercó a una piscina. En el borde de la piscina había mucha gente enferma que esperaba curarse. Un hombre que llevaba allí muchísimos años, estaba tumbado en el borde de la piscina. No podía moverse y creía que cuando el agua se moviera, si era el primero en meterse en ella, se curaría. Pero como no podía moverse, nunca llegaba. El hombre, muy triste, le dice a Jesús que no tiene a nadie que lo ayude a entrar en el estanque. Jesús le dice: “¡Levántate, coge tu camita y anda!”.
El hombre hizo lo que Jesús le dijo y ¡comenzó a andar! De lo contento que estaba, fue a contar a todos lo que había sucedido
A veces, cuando nos caemos o nos duele la tripa, vamos con mamá o papá al médico. El médico nos da una medicina y, poco a poco, nos sentimos mejor. Pero, ¿te imaginas estar enfermo por muuuucho tiempo?
Un día, Jesús fue a un lugar con una gran piscina llamada Betesda, que significa casa de la misericordia, casa del amor. Allí vio a un señor que llevaba muchos, muchos años enfermo. ¡Treinta y ocho años es muchísimo tiempo! El señor quería curarse, y creía que la única manera de hacerlo era llegar el primero a la piscina cuando las aguas empezaran a moverse pero no podía hacerlo solo.
Jesús se acercó con mucho amor, le tendió la mano como en esa foto y le dijo: “Levántate y camina”. Y en ese momento, el señor se curó. ¡Qué alegría! Jesús lo curó porque lo amaba mucho y sabía que tenía fe.
Jesús también nos quiere mucho a nosotros y siempre está a nuestro lado, aunque a veces estemos tristes o nos sintamos mal. Siempre podemos hablar con Él. Hoy, juntos, le decimos:
Jesús, quiero confiar en ti siempre.
Quiero estar siempre a tu lado.
Ayúdame cuando esté triste o enfermo.
Gracias por amarme tanto. Amén.
Hoy busca en el patio a alguien que necesita ayuda y dale tu mano.
