30 noviembre, 2021
Una esperanza sin límites
2. Escucha
Isaías (Is 11,1-10)
En aquel día habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la guarida de la víbora, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo.
3. Reza
Si lo pensamos bien, cada año, cuando llega el Adviento, una “esperanza sin límites” se tendría que apoderar de nosotros. Escuchando, Señor, las profecías de Isaías, no es para menos: “En Aquellos días habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos”. Sabemos que es un lenguaje simbólico, sí, pero aún así cuesta creerlo y por eso el realismo, la prudencia y un cierto escepticismo acaban ahogando ese deseo de una esperanza sin límites. Y, sin embargo, eso es el Adviento: creer en lo imposible. Un tiempo para dar rienda suelta a los grandes sueños, esos que tantas veces quedan ahogados en el corazón y que tú, Señor, no dejas de inspirarnos…
Sería algo así como esos árboles que, adelantándose excesivamente a la estación, empiezan a echar brotes demasiado temprano. Es verdad: si cae una fuerte helada, ese árbol ya no dará fruto. Pero su audacia es señal de una primavera que, no obstante la dureza del invierno, al fin llegará.
Señor, necesitamos ese tipo de esperanza: audaz, atrevida, sin límites. De otra manera no se entienden las palabras que inspiraste a Isaías: “La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey”.
Necesitamos vivir sostenidos por ella en todo lo que hacemos, para que no nos puedan el desaliento, los problemas, las dificultades, las derrotas o los fracasos. Si miro mi realidad, Señor, pero también la del mundo (cercano y más lejano): ¡Cómo necesitan de esta esperanza atrevida, audaz, sin límites! “Un muchacho pequeño los pastorea”, dice misteriosamente Isaías en su profecía. Y esa es la clave. Ese muchacho pequeño ya no es un misterio para nosotros. Eres tú, Jesús, el Hijo de Dios, que te hiciste pequeño en Belén y con tu nacimiento hiciste posible lo imposible. Aumenta nuestra esperanza. Amén.
4. Vive
Voy a pensar en alguien que conozca que esté enfermo o pasando por algún problema grave y voy a rezar por él o ella y le pediré a Dios que le ayude a no perder la esperanza.